Una amenaza es algo latente con la suficiente capacidad para producir un daño o perjuicio hacia alguien, o hacia algo. O más fácil. Una amenaza es una cosa que puede producirnos problemas y se acabó. Y el aceptar a la amenaza simplonamente como una vicisitud laboral inevitable sería algo similar a asumir la postura del avestruz que esconde la cabeza en la arena ante situaciones arriesgadas. En seguridad privada se ha clasificado a la amenaza en dos únicas categorías: la amenaza natural y la amenaza humana. Cada una con ciertas diferencias en sus efectos perturbadores. Sin embargo por obvias razones las siguientes líneas serán enfocadas únicamente al problema que encabeza la larga lista de pendientes prioritarios que hay que empezar a resolver a como dé lugar. Indudablemente el ser humano ha llegado a transformarse en la entidad biológica más proveedora de violencia, desbalance y rapacidad que haya existido jamás en la historia. Una especie depredadora que está cada vez más excediendo límites naturales y sociales hasta el punto de coquetear con una apocalíptica encrucijada de autoextinción global, en el aspecto de la bomba nuclear. Sus grandes adelantos tecnológicos le han permitido contonearse sobre la apartada superficie lunar y acceder a los más íntimos secretos de los átomos pero muestra un fracaso notable en no poder controlar su desmedida ambición aplastando sin miramientos a sus congéneres para lograr indebidas causas particulares, desafiando incluso a su propia naturaleza racional. Y hasta el momento la conclusión que despunta en lo personal es que siempre es más fácil destruir que construir, por eso existen las guerras. Y por fuera de cualquier crítica moralista sirva lo anterior como punto introductorio para lo que sigue. El guardia de seguridad debe comprender que ante esta descomunal amenaza que rompe todas las leyes de la naturaleza a placer no puede darse el lujo de fiarse de nada ni de nadie, ni por un segundo. Implícitamente acotando que hay que hacer respetar un límite de aproximación física, una distancia segura de separación entre persona a persona (y no precisamente debido a el virus Covid 19). Otro consejo a mencionar sobre una persona que haya despertado nuestra desconfianza y esté físicamente en estrecha o no cercanía con nosotros refiere que no hay que perder de vista sus manos pues podrían ser un indicativo de portación de arma de fuego. Y podría resultar muy caro no comprender la relevancia de esta pequeña pero vital operación. Un sentimiento parecido a eso debe adicionalmente accionarnos también a monitorear perfectamente bien todo indicio que pueda significar algún tipo de peligro hacia nuestra causa profesional. Para ilustrar algunos hechos que pueden estar notoriamente alejados de lo ordinario podemos traer a colación dos actitudes extrañas e ilógicas que desentonarían mucho en un hipotético caso. Analicémoslo entonces. Un individuo con una chamarra gruesa en un día caluroso es raro (vestimenta fuera de temporada). O démosle un sentido inverso al caso: una persona que traiga puestos lentes oscuros en un día nublado o lluvioso pues como que no concuerda tampoco. Así que cuando se detecten comportamientos similares a los expuestos el paso siguiente es dar la voz de alarma, reforzando simultáneamente la seguridad del lugar al instante y entrando en gran alerta. Hay que estudiar los rostros (características fisonómicas), la complexión anatómica y la vestimenta de las personas, enfocando la atención en las que no sean conocidas o usuarias locales de la zona, o también sobre las que andan merodeando nada más por ahí. Calculemos (y registrémoslo en papel) discretamente en proporciones aproximadas: estatura, peso, edad (FIGURA 2) de todo individuo que a nuestro juicio deje entrever una actitud amenazante o fuera de lugar. Desplegando para este método de escudriñamiento temprano un “escaneo” en donde debemos captar ciertos datos específicos los cuales nos podrían ayudar a darnos una idea de si lo que aparece frente a nuestra mirada es distinto a lo que se espera de una situación natural. Son muchos datos, pero entre los principales podrían ser si el sujeto habla frecuentemente por su celular y está nervioso o errático, si pretende pasar desapercibido entre la muchedumbre, si se le aprecian tatuajes en su cuerpo, etcétera. Esto significa descubrir un patrón de comportamiento negativo de manera pronta.
En la temática de unidades de transporte (autos, camionetas, motocicletas) hay que vigilar de cerca pero con precaución a éstas cuando realicen evoluciones anormales en nuestra área como serían el avanzar en sentido contario a la vialidad correcta, si solamente están dando vueltas en circulo sobre la calle, si no traen placas de circulación, las traen tapadas, o éstas son de otros estados del país, si vienen muchos ocupantes arriba de las unidades, si circulan con vidrios polarizados o a exceso de velocidad, si se aprecian sus movimientos en formación de convoy (unas detrás de otras) y otros actos más por el estilo. Si se perciben algunas de estas irregularidades entonces hay que anotar en una libreta pequeña (que siempre hay que traer consigo) los siguientes datos: placas de circulación, color, modelo, hora de arribo, hora de retirada si se da y dirección enfilada (FIGURA 3), aunque no hay que detenernos nada más en estos puntos. Este puñado de parámetros correctamente registrados podría volverse una relevante fuente documentaria de la que podríamos valernos a la hora de dilucidar interrogantes si embarazosamente llegara a producirse alguna clase de actividad delictiva dentro de la zona bajo nuestra custodia. Entremezclado con esto mismo puede decirse el peligro que puede implicar el permitir que alguien deje un coche abandonado en o cerca de nuestra ubicación sin que nos demos cuenta de ello (lo que de entrada nos hará ganar una justificada llamada de atención por descuido negligente) porque existe la posibilidad real de que este vehículo pueda ser utilizado como puesto de observación de un enemigo (sembrando una cámara espía en alguna parte de las que lo constituyen), o que sea robado. O que en el interior de la cajuela se encuentre un cuerpo humano sin vida (o fragmentos de él), o bien, en un caso de gravedad extrema: que contenga un artefacto explosivo listo para detonarse a distancia (auto bomba). Las posibilidades inherentes a estas situaciones de riesgo son muchas y podrían alcanzar a cualquiera que se descuide. Además, todos los sistemas básicos de seguridad establecen que se deben realizar inventarios de unidades existentes sobre la base exacta de qué automóvil le pertenece a quién y las características mínimas de fabricación que tiene este medio de locomoción. ¿Qué cuidamos? Personas, instalaciones…y vehículos. Pues debemos supeditarnos a todo lo anterior velando por los posibles actos inseguros referentes a un parque vehicular y su confinamiento seguro, como por ejemplo: hay que poner atención con un coche aparcado que tenga una llanta ponchada, que permanezca con las luces prendidas, los seguros arriba, las ventanillas abiertas, si está tirando aceite, anticongelante o gasolina. Cosas así. Hasta una iluminación óptima de la zona. O también imaginariamente porque no pensar que una pesada rama de un viejo árbol esté a punto de vencerse y caer sobre la carrocería de un carro estacionado. ¿Qué pasaría con la tapicería interior si empezará a llover y un carro (obvio, sin su conductor adentro) tuviera el “quemacocos” abierto en un estacionamiento a cielo abierto? A propósito de situar vehículos en un estacionamiento se puede fijar la regla de que los propietarios acomoden sus unidades en batería, con la parte frontal del vehículo apuntando hacia atrás dispuesta para una rápida salida en caso de una emergencia y con las llantas alineadas en paralelo para que el movimiento retrógrado se libre con mayor fluidez cada vez que se mueva tal coche. ¿Qué otro tipo de detalles (extraídos de casos reales) no los podemos pasar por alto? Ningún automóvil puede dejarse a la deriva obstruyendo entradas o salidas de algún inmueble y eso justo pasa más de lo que se piensa. En esta revisión de escenarios concluyo con la precaución de adelantarse a ciertas maniobras de engaño como es lo referente a introducir gente malintencionada a las instalaciones escondida dentro de la cajuela o en los asientos traseros. Otras señales vinculadas a acometidas criminales en progreso serían un auto casualmente “descompuesto” en plena entrada de un negocio, otro que presente una estructura alta en la conformación de su carrocería que pudiera servir para escalar hacia los niveles más elevados del punto u obstruir la visión de una cámara. Y aunque todos estos escenarios apenas abarcan un marco básico de referencia pueden servir como buen inicio.